jueves, 8 de agosto de 2019

¿Caminamos hacia una crisis alimentaria global?



  • ¿Como influye nuestra alimentación en la crisis climática?
  • El aumento de la población global, el agotamiento de los recursos naturales, la reducción y el uso del suelo disponible.


Introducción
Al Panel de Expertos de la ONU sobre Cambio Climático, tras el Acuerdo de París de 2016, se le encomendó la tarea de evaluar la relación entre el uso del suelo y el calentamiento global de la Tierra. Recientemente este Panel ha dado a conocer sus conclusiones que dejan clara una cuestión: hay que cambiar muchas cosas sobre como los humanos obtenemos los alimentos, planteando nuevas soluciones para reducir la emisiones de gases de efecto invernadero para salvar el planeta de los efectos de la crisis climática y de la contaminación del aire, las aguas y los suelos. Y eso implica cambiar la dieta entre otras cosas. Los expertos nos alertan sobre los excesos en el uso del suelo, y de los efectos negativos que pueden tener sobre nuestra capacidad de producir alimentos, pero no entra el informe en analizar la evolución de los recursos pesqueros y acuícolas, de como la contaminación amenaza la sostenibilidad de los mismos, y de como podría verse afectada la producción mundial de alimentos dado el previsible incremento de la población mundial y la creciente demanda de los mismos desde las sociedades mas pobladas y con altas tasas de desarrollo y mayor poder adquisitivo.

Freno a la fórmula de la bioenergía
Como nos cuenta Raul Rejón en El Diario.es, "el biodiésel a escala mundial desplaza a la comida, según advierte el informe. Una de las soluciones adoptadas generalmente por los estados para cumplir con su compromisos de emisiones ha sido la apuesta por los biocarburantes. La bioenergía que se obtiene a base de cultivos como la palma o la colza. Los expertos avisan de los riesgos y aseguran que hay límites al cultivo de estas variedades. ¿Por qué? La proliferación de estas plantaciones puede suponer efectos "irreversibles" en la desertización de la tierra.
Lo que describe el Panel es que la idea de recortar emisiones de CO2 a base de sustituir el combustible fósil por, por ejemplo, biodiésel, tiende a crear una competencia por el suelo entre los cultivos para energía y los destinados a producir variedades que alimenten a la población".
El documento incluye una advertencia: "Muchas de las respuestas necesitan su tiempo para producir sus efectos". Sin ir más lejos, señalan que medidas como cambiar la manera de producir o variar la dieta precisan de un periodo de adaptación. Incluso la reforestación de la cubierta vegetal no se consigue rápidamente pues las plantas necesitan tiempo para  crecer y desarrollarse.

La desertización, la degradación del suelo y la deforestación
El uso intensivo del suelo lo arrastra a su degradación: deforesta, aplica grandes cantidades de fertilizante y multiplica el ganado. El suelo tratado así se pasa a ser  de almacén de gases a emisor de gases. Pero, además, los expertos han observado que el terreno explotado bajo estas premisas tiende a degradarse, Se vuelve más vulnerable, y deja de producir. La ONU recuerda que hace falta seguir utilizando el terreno para obtener comida por lo que agotarlo es mala política. "Hay un límite en lo que puede hacerse. Algunos efectos pueden ser irreversibles", aclara el IPCC.

Cómo influye la comida en la crisis climática
Tras años y años abordando la emisión de gases de efecto invernadero para generar electricidad en centrales térmicas o el uso de hidrocarburos para el transporte, la ONU dice que es preciso cambiar la forma de producir alimentos. La ciencia indica que, al menos, un 23% de los gases responsables del cambio climático provienen de esa forma de obtener la comida. Los expertos calculan que la producción de comida lanza unas 11 giga-toneladas de gases a la atmósfera. Son 11.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a base de prácticas agrícolas, cambios en el uso del suelo, en el almacenamiento, transporte, procesamiento, empaquetado y consumo de los productos. El IPCC ha calculado que la cantidad de gas que todavía se podría emitir para contener el incremento de la temperatura a 1,5ºC es de 570 Gt. Si no se atajan todos los focos que hacen que aumenten sin cesar estas emisiones, los números no dan.

Garantizar que haya comida para todos es una de las principales preocupaciones
Pero es una vía de doble sentido. Los métodos de producción exacerban la crisis climática y los efectos del cambio climático ponen en riesgo el suministro de alimentación. Afecta a toda la cadena: la cosechas son peores así que hay menos comida disponible. Eso empeora el acceso a la comida, lo que hace más caros los alimentos y además estos son de peor calidad. 

Factura climática de la comida
La mayoría de la superficie terrestre del planeta se dedica a producir alimentos o vestido. Hasta un 72% del suelo libre de hielo está destinado a mantener a la población. El informe explica qué implica esta presión: el incremento en la producción de comida ha acelerado el uso intensivo de la tierras. También ha obligado a aumentar la aplicación de fertilizantes a base de nitrógeno y el consumo de agua para el riego.
Todo esto ha multiplicado las emisiones. El cambio de uso de los suelos para sostener este crecimiento global ha contribuido a la cantidad de CO2 lanzado "sobre todo por la deforestación", explican. Es decir, la desaparición de árboles para dar paso a campos de cultivo o pastos para rebaños. También ha subido la cantidad de óxido nitroso emitido (N2O) por la agricultura y la de metano (CH4) por el ganado. Hasta la mitad de este gas, de gran potencial invernadero, sale de las cabañas ganaderas.
Las medidas que ponen encima de la mesa abarcan desde la reducción en las emisiones de N2O de los fertilizantes, la del metano de los arrozales, la mejora genética para que los cultivos soporten mejor las sequías y que el ganado tenga una mejor alimentación además de gestionar sus desechos. Le atribuyen un potencial de ahorro entre 1,4 y 4 gigatoneladas de gases al año.
Una población en crecimiento
En 1950, cinco años después de la fundación de las Naciones Unidas, se estimaba que la población mundial era de 2.600 millones de personas. Se alcanzaron los 5.000 millones en 1987 y, en 1999, los 6.000 millones. En octubre de 2011, se estimaba que la población mundial era de 7.000 millones de personas. Para conmemorar este acontecimiento histórico, se puso en marcha un movimiento global llamado "Un mundo de 7 mil millones". 
Se espera que la población mundial aumente en 2.000 millones de personas en los próximos 30 años, pasando de los 7.700 millones actuales a los 9.700 millones en 2050, pudiendo llegar a un pico de cerca de 11.000 millones para 2100.
Este crecimiento tan drástico se ha producido en gran medida por el aumento del número de personas que sobreviven hasta llegar a la edad reproductiva y ha venido acompañado de grandes cambios en las tasas de fecundidad, lo que ha aumentado los procesos de urbanización y los movimientos migratorios. Estas tendencias tendrán importantes repercusiones para las generaciones venideras.
Los países más poblados: China e India
Un 61% de la población mundial vive en Asia (4.700 millones), un 17% en África (1.300 millones), un 10% en Europa (750 millones), un 8% en Latinoamérica y el Caribe (650 millones) y el 5% restante en América del Norte (370 millones) y Oceanía (43 millones). China (1.440 millones) e India (1.390 millones) continúan siendo los países con mayor población. Ambos cuentan con más de 1.000 millones de personas y representan el 19% y 18% de la población mundial respectivamente.
Se espera que, sobre 2027, India supere a China como el país más poblado del mundo. Por el contrario, se estima que China reduzca su población en 31.400 millones (un 2.2% menos) entre 2019 y 2050 (Fuente: Perspectivas de Población 2019).
Pero no es este el único factor que es causa de preocupación para los expertos. Al aumento de la población  en los países mas poblados del planeta, se añade su alto grado de desarrollo que los hace mas demandantes de recursos, tanto energéticos, como alimentarios, con el efecto que este hecho tiene sobre la relación entre la oferta, la demanda, y por lo tanto sobre los precios, y la preocupación sobre una potencial escasez de alimentos y de como podría esta afectar a sectores de la población mundial.
La acuicultura y la pesca 


Según un informe de la FAO de 2018 sobre el Estado Mundial de la pesca y la acuicultura, la producción pesquera mundial alcanzó un máximo de aproximadamente 171 millones de toneladas en 2016, de los cuales la acuicultura representó un 47% del total (un 53% si se excluyen los usos no alimentarios, incluida la reducción para la preparación de harina y aceite de pescado). 


El valor total de la primera venta de la producción pesquera y acuícola en 2016 se estimó en 362 000 millones de USD, de los cuales 232 000 millones  de USD procedían de la producción acuícola. Ante la estabilidad de la producción de la pesca de captura desde finales de la década de 1980, la acuicultura ha sido la desencadenante del impresionante crecimiento continuo del suministro de pescado para el consumo humano. Entre 1961 y 2016, el aumento anual medio del consumo mundial de pescado comestible (3,2%) superó al crecimiento de la población (1,6%)  y también al de la carne procedente de todos los animales terrestres juntos (2,8%). En términos per capita, el consumo de pescado comestible aumentó de 9,0 kg en 1961 a 20,2 kg en 2015, a una tasa media de aproximadamente un 1,5% al año. Las estimaciones preliminares relativas a los años 2016 y 2017 apuntan a un nuevo aumento hasta alcanzar unos 20,3 kg y 20,5 kg, respectivamente. El incremento del consumo se debe no solo al aumento de la producción, sino también a otros factores, entre ellos la reducción del despilfarro. En 2015, el pescado representó alrededor del 17% de la proteína animal consumida por la población mundial. Además, el pescado proporcionó casi un 20% del aporte medio de proteínas animales per capita a unos 3 200 millones de personas. A pesar de los niveles relativamente bajos de consumo de pescado, la proporción de proteínas del pescado presente en las dietas de la población de los países en desarrollo es más elevada que la de la población de los países desarrollados. El mayor consumo de pescado per capita, más de 50 kg, se observa en varios pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID), especialmente en Oceanía, mientras que los niveles más bajos, justo por encima de los 2 kg, se registran en Asia central y algunos países sin litoral. La producción de la pesca de captura mundial fue de 90,9 millones de toneladas en 2016, un pequeño descenso en comparación con los dos años anteriores. La pesca en aguas marinas y continentales representó un 87,2% y un 12,8% del total mundial, respectivamente. 


Estos son  los datos, pero hay un hecho a tener en cuenta para la sostenibilidad de los recursos pesqueros del planeta, y es la creciente contaminación del medio marino y fluvial y de como pueda afectar esta a la generación futura de los suficientes recursos pesqueros tan necesarios para una población en aumento y con creciente demanda.

Consecuencias de la contaminación marina
Las consecuencias de la contaminación son muy diversas y ya se están dejando notar.
Las islas de plástico
Según nos cuenta la bióloga Ariadna García-Astillero en su artículo Contaminación marina: causas y consecuencias publicado para Ecología Verde,como resultado de la contaminación plástica han surgido islas hechas totalmente de plástico. El Gran Parche de Basura del Pacífico se descubrió en 1997 y ocupa una superficie mayor a la de España, Francia y Alemania juntos, se localiza entre Hawaii y California y se estima que su peso ascendería a 80.000 toneladas métricas. Además, en estos últimos años se han detectado varios parches más, otro en el sur del océano Pacífico cerca de las costas de Chile y Perú, y otro en el norte del océano Atlántico próximo a las costas estadounidenses. Estas islas plásticas se mantienen por la existencia de vórtices creados por los giros oceánicos, un tipo de corriente de agua circular.
La eutrofización y la falta de oxígeno
Una de las consecuencias de los vertidos de aguas residuales y otros productos químicos es la eutrofización. Debido a la proliferación de las algas, el oxígeno disuelto en el agua se agota por lo que casi ningún organismo puede sobrevivir en esas condiciones de anoxia. Además, en estas circunstancias pueden liberarse otras sustancias tóxicas como los óxidos de nitrógeno, gases de efecto invernadero más potentes que el dióxido de carbono. Estas zonas tan eutróficas se conocen como zonas muertas, y de entre las más de 400 que se estima existen, destaca la del Golfo de México.
Acidificación de los océanos
Por otro lado, las industrias contribuyen doblemente a la contaminación oceánica, no solo con los residuos que generan si no también con las emisiones de gases de efecto invernadero que están provocando una acidificación de nuestros océanos. De manera natural el CO2 se disuelve en el agua de los océanos liberando protones, que como resultado de dicha reacción, causa una disminución del pH del agua y por tanto una acidificación de la misma. Esta acidificación afecta a los procesos de calcificación dificultando la formación de carbonato cálcico. Como consecuencia de esto, se se produce  el blanqueamiento de los corales y la debilitación de las estructuras calcáreas que protegen y dan forma a moluscos, crustáceos y diferentes microorganismos (diatomeas, cocolitofóridos, fominíferos)
Pérdida de biodiversidad por la contaminación marina
Por último, hay que señalar como una de las peores consecuencias de la contaminación marina la pérdida de biodiversidad, ya que al final todos estos agentes (plásticos, químicos, metales, etc.) y procesos (eutrofización, acidificación) afectan negativamente a la vida marina. Desgraciadamente, las especies que están sufriendo más las consecuencias de la contaminación marina son las especies que ya se encuentran en peligro de extinción a las que se les añade más presión de la que ya soportan. No hay que olvidar que muchas de estas especies que están desapareciendo, son las que se encuentren en la cima de la pirámide trófica, como los grandes depredadores (orcas, tiburones, tortugas, focas,etc) y cuya desaparición desencadenaría efectos negativos en las comunidades.
Como reflexión final cabe destacar la necesidad de crear una conciencia general de conservación de los océanos y considerarlos, no como nuestros vertederos, sino como fuentes de salud y bienestar porque no hay que olvidar que el ser humano tiene una relación muy estrecha con los mares y tierras, y es por eso por lo que al final todo lo que se vierte  en ellos, nos será devuelto, por lo que si nos importa nuestra salud, también debería importarnos la salud de los océanos y continentes.

La Agenda 2030
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible  ofrece una visión de un mundo justo y sostenible, libre de pobreza, hambre y malnutrición y comprometido con la igualdad y la no discriminación. En la Agenda 2030 también se fijan objetivos relativos a la contribución y la práctica de la pesca y la acuicultura en pro de la seguridad alimentaria y la nutrición, así como la utilización de los recursos naturales por parte del sector, de tal manera que se garantice un desarrollo sostenible en términos económicos, sociales y ambientales, en el contexto del Código de Conducta para la Pesca Responsable de la FAO (FAO, 1995). Un desafío importante para la aplicación de la Agenda 2030 es la diferencia de sostenibilidad entre los países desarrollados y los países en desarrollo, la cual ha dado lugar en parte a un aumento de las interdependencias económicas, junto con una limitada capacidad de gestión y gobernanza en los países en desarrollo. Para eliminar esta disparidad, al tiempo que se realizan progresos en relación con la meta de la restauración de las poblaciones sobre-explotadas establecida en la Agenda 2030, es necesario que la comunidad mundial apoye a los países en desarrollo para que alcancen todo su potencial agrícola, ganadero, pesquero y acuícola.