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martes, 28 de noviembre de 2023

El vino tinto es una trifecta de sustancias químicas que pueden hacer que algunas personas se sientan fatal.

 Claire Maldarelli 


Esta publicación ha sido actualizada. Fue publicado originalmente el 27 de diciembre de 2019.

Beber demasiado alcohol puede provocarle a cualquiera una resaca terrible. Pero algunas personas se enferman después de un solo vaso de vino tinto, con síntomas que van desde un sarpullido con picazón y tos con dificultad hasta una migraña punzante. ¿Qué hace que el vino sea tan diferente? No hay una respuesta fácil: un puñado de sustancias en el vino, particularmente el vino tinto, pueden causar estragos en las personas desafortunadas cuyos cuerpos no pueden soportarlas. Estos son los posibles culpables de sus problemas con el vino tinto, según sus síntomas.

Migrañas

Para aquellos que experimentan migrañas debilitantes después de una copa de vino tinto, los culpables más probables son los congéneres, dice Leslie Bonci, dietista registrada y nutricionista deportiva. Estas sustancias se encuentran naturalmente en la mayoría de los tipos de bebidas alcohólicas, incluido el vino tinto. Los congéneres son subproductos químicos de la fermentación y dan a las bebidas sus sabores distintivos. El vino tinto es conocido por contener muchas de estas sustancias que mejoran el sabor, al igual que otras bebidas como el whisky, el ron y el brandy. Ciertos tipos de congéneres que se encuentran en el vino tinto, incluidos los llamados taninos, pueden hacer que las personas que ya son susceptibles a las migrañas sean mucho más propensas a sufrirlas. Afortunadamente, es algo bastante fácil de reconocer. Pero desafortunadamente, la mayoría de los médicos y nutricionistas aconsejan a las personas que experimentan dolores de cabeza regularmente después de beber vino tinto que lo eviten por completo. "Si alguien dice: 'Cada vez que bebo vino tinto, me duele la cabeza', entonces debería considerar cambiar al vino blanco", dice Bonci. El vino blanco no contiene los congéneres que provocan migraña, que son tan prominentes en el vino tinto.

Sibilancias, tos y picazón

En otras personas, el vino puede causar síntomas similares a los que se observan en las alergias alimentarias: tos, sibilancias y erupciones cutáneas con picazón. Varias sustancias diferentes que se encuentran en todos los vinos pueden causar estas "reacciones similares a las alérgicas", dice Bonci. Los sulfitos, que los enólogos de Estados Unidos utilizan a veces para evitar que el vino se eche a perder, suelen ser los culpables de los resfriados inducidos por el vino. Los sulfitos no sólo se encuentran en el vino, sino también en muchos tipos de alimentos. El parmesano y otros quesos añejos están en la lista, por lo que las personas sensibles a los sulfitos no son divertidas en las reuniones de vino y queso. "Las personas sensibles a los sulfitos pueden notar sibilancias y tos, e incluso pueden tener congestión nasal", dice Bonci.

Pero si tiene un sarpullido que le pica o experimenta dolor abdominal, la causa más probable es otro alérgeno llamado histamina. Las personas con alergia a la histamina pueden incluso experimentar dolores de cabeza, aunque probablemente no tan intensos como las migrañas que pueden desencadenar los cogéneres, dice Bonci.

Los sulfitos y las histaminas se encuentran en todo tipo de vino. Pero Bonci dice que existen algunas soluciones: "Los enólogos orgánicos tienden a no agregar sulfitos, así que esa es una opción", dice. Y los vinos dulces tienden a contener más sulfitos, por lo que elegir una botella seca es una apuesta más segura.

[Leer más: No existe cura para la resaca, pero la ciencia podría facilitarla]

Problemas digestivos

"El vino tinto es una especie de trifecta", dice Bonci. No sólo tiene histaminas y sulfitos, sino que también tiene una proteína que se encuentra en la piel de la uva llamada LTP. Esta proteína le da color al vino tinto, pero puede inducir respuestas alérgicas en ciertas personas que incluyen enrojecimiento e incluso diarrea. Si bien no te matará (ni provocará una respuesta anafiláctica), es extremadamente incómodo. Entonces, si experimentas estos síntomas regularmente después de consumir vino tinto, puede que no valga la pena. "Beberlo realmente no tiene mucho sentido", dice.

La moderación es la clave

Bonci dice que lo más importante que hay que recordar sobre las intolerancias al vino es que los efectos suelen depender de la dosis. Esto significa que cuanto más vino tinto (o blanco) bebas, más probabilidades tendrás de experimentar algún tipo de reacción, y peor será. Una porción de vino tinto equivale aproximadamente a cinco onzas, dice Bonci. Pero la mayoría de la gente bebe mucho más que eso: un trago de seis onzas es estándar en la mayoría de los restaurantes, y las copas de vino pueden contener mucho más si eres tu propio barman.

De hecho, las copas de vino tinto son intencionalmente mucho más grandes que las copas de vino blanco, porque lo que se desea es que el aire que circula a través del vino abra el aroma y abra el paladar. Esto tiene un costo para quienes tienen sensibilidad al vino. Algunas personas que serían capaces de tolerar cinco onzas de vino tinto frecuentemente podrían tener sensibilidades desencadenadas por un vaso generoso.

Bonci recomienda sacar una taza medidora y servir cinco onzas (solo para ver cómo se ve esa cantidad de vino) para saber cuánto servirse en el futuro.

Al final del día, el rico sabor del vino tinto puede no valer el costo de un dolor de cabeza nauseabundo o un sarpullido que pica. A veces lo mejor que puedes hacer es evitarlo por completo.


Sobre la Autora:

Claire Malderelli fue el editor científico de Popular Science. Tiene un interés particular en las ciencias del cerebro, el microbioma y la fisiología humana. Además de Popular Science, su trabajo ha aparecido en las revistas The New York Times, Scientific American y Scholastic's Science World y Super Science, entre otras. Tiene una licenciatura en neurobiología de la Universidad de California, Davis y una maestría en periodismo científico del Programa de Informes sobre Ciencia, Salud y Medio Ambiente de la Universidad de Nueva York. Contacta con el autor aquí.


El artículo original se puede leer en inglés en Popular Science

Artículo traducido por L. Domenech

miércoles, 19 de junio de 2019

Sobre el deficit de etiquetado de los productos alimenticios

El deficit de información en el etiquetado de los productos alimenticios, y el exceso de azúcar en muchos de estos, son dos de los mayores problemas que acechan al consumidor.
Todo consumidor sabe que los fabricantes de los productos alimenticios envasados dan muy poca información de lo que nos están vendiendo. A veces, la que nos dan, la esconden empequeñeciendo la letra, o situándola en partes en donde es difícil de encontrar. No es fácil averiguar si un espárrago se cultivó en Perú, o China, y esto facilita que se intente vender como originario de Navarra lo que no es, pues  si es auténticamente Navarro si se destaca en el etiquetado. 
Con el hashtag #etiquetareal si encontramos casos en que se denuncia la mala información que en sus etiquetas tienen algunos productos.
Hoy me encuentro en la revista digital Magnet un artículo firmado por Mohorte (@mohorte), en el que se denuncia estos hechos, de los que me quiero hacer eco, porque la cosa es seria.
Nos cuenta Mohorte: "desde hace unos días, circula en Twitter un divertido meme a cuenta de la Nutella. ¿Qué pasaría si el envoltorio trasero mostrara exactamente la proporción de cada ingrediente por separado en vez de una etiqueta explicándolos? Que el azúcar, el cacao o las avellanas, junto a otros, se mostrarían en capas, y no juntos como en el preciado producto. Y que, en ese caso, podríamos comprobar a simple vista cómo el famoso cacao + avellanas a duras penas representa un 25% del producto total". Este es el Tweet, y nos muestra con claridad que si supiéramos esto, probablemente no echaríamos el producto en nuestra cesta de la compra.

Pero en el artículo citado se destacan otros productos en los que el ingrediente principal está presente, pero en trazas o en pequeñas cantidades, y esto si se aproxima al engaño. Las imágenes siguientes, nos muestran algunos ejemplos de lo lejos que están de ser lo que las etiquetas nos dicen que son.
1,2% de champiñón

Las etiquetas reales, son las de la izquierda

0,5% de bogavante

Paté con un 41% de atún

0,9% de quinoa

0,1% de avena

0,2% de alcachofa

4% de almendras

Como corolario a lo anteriormente expuesto, creo que merece la pena pararse mas a la hora de elegir el producto que necesitamos, evitando elegir aquellos que nos dan gato por liebre.

El pan quemado, ¿en verdad es cancerígeno?


Muchas personas se preguntan: ¿Es malo comer las tostadas quemadas?, ¿Es verdad que causan cáncer?. Pues la respuesta sería un no en el caso de las dos últimas, las de la fila inferior (Medio y derecha) que aparece en la imagen.
En Estados Unidos, la FDA, el organismo estatal que regula los alimentos y medicamentos, viene avisando desde hace tiempo a la población sobre un ingrediente llamado acrilamida, que está presente en alimentos de origen vegetal como el pan, las patatas, el café, las galletas y los cereales, entre otros.
La parte quemada de las tostadas o las patatas fritas quemadas tienen acrilamida. Esta sustancia química descubierta en 2002 se forma al quemarse el alimento cuando es cocinado en el horno o al freírse a altas temperaturas, y esto sucede tanto en los restaurantes, como en la cocina de nuestras  casas.
Estudios científicos han demostrado que la acrilamida causa cáncer en animales, específicamente en ratones, ya que son los que se utilizan con mayor frecuencia en las investigaciones. Aunque todavía no se ha comprobado este efecto en los seres humanos, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (International Agency for Research on Cancer), que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS), clasifica la acrilamida como "probable cancerígeno humano".
La FDA ha publicado un documento para ayudar a los productores y a restauradores y cocineros a que puedan disminuir la cantidad de acrilamida en sus alimentos. A su vez, la recomendación para los hogares es evitar cocinar a altas temperaturas por un largo período de tiempo. Cuando uno hierve alimentos de origen vegetal está comprobado que no se produce este compuesto químico.
El Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, informa que la acrilamida se forma cuando el alimento se expone a una temperatura de 120°C o más.
Algunas recomendaciones de la FDA para que, cuando se cocine, se evite o se reduzca la formación de acrilamida:

  • Cuando se tueste el pan, lo ideal es que las tostadas queden de color marrón. Hay que evitar comer la parte negra (quemada) que tiene acrilamida.
  • Cocinar las patatas fritas hasta un color amarillo y evitar que lleguen al color marrón que contiene más acrilamida. Si son congeladas, hay seguir las instrucciones del tiempo de cocción indicado en la bolsa.
  • No hay que guardar las patatas en la nevera, ya que cuando están cocinadas aumenta el contenido de acrilamida.

Conviene  tener cuidado, y evitar ingerir alimentos que pudieran contener este compuesto, siguiendo las recomendaciones mencionadas.

Alimentos con moho: ¿se comen, o se tiran?


El moho suele ser un indicador de que un alimento ya no está en la flor de la vida y, obviamente, cuando lo vemos nuestro instinto nos dice que nos mantengamos alejados de él. 
Sin embargo, que algunos mohos sean perjudiciales no quiere decir que todos tengan el mismo efecto. El ejemplo idóneo es el queso azul; este está cubierto de moho, pero no puede faltar en una tabla de quesos. Es decir, que hay mohos que se pueden comer y con mucho gusto, además.
Por otro lado está el moho que aparece en alimentos en los que esta presencia si es señal de que están deteriorados; pero que algo tenga moho no significa que haya que tirarlo a la basura.
Para resolver estas dudas de si se puede comer o no algo que tiene moho,  el Departamento de Agricultura de Estados Unidos— elaboró una lista de lo que se pueden comer aunque tengan moho. Basta con cortar o raspar la parte mohosa. Entre ellos, estarían:

1. El salchichón duro. Raspa el moho y sigue disfrutando de él. De hecho, es normal que a un producto curado de este tipo le salga moho.
2. El queso duro. Para esas raras ocasiones en las que el queso te dure lo suficiente en la nevera como para que le salga moho, hay que saber que sigue siendo comestible. Corta la parte mohosa (no cortes el moho al ras, deja como medio centímetro) y cómetelo sin miedo. Lo único que tienes que hacer es asegurarte de que no se contaminan las partes en buen estado con las que tienen moho cuando lo estés cortando.
3. Las frutas firmes. Las frutas firmes, como los pimientos  que tienen un bajo contenido en agua pueden consumirse aunque tengan moho. Basta con cortar las partes mohosas antes de comerlas. En el caso de las frutas más blandas, como los melocotones, es mejor tirarlas, porque al contener tanta agua es posible que la superficie no sea lo único que esté contaminado.
4. Las verduras firmes. Las verduras firmes con bajo contenido en agua —como el repollo y la zanahoria— se pueden comer aunque les haya salido moho. Corta la parte mohosa (pero no al ras, sino dejando medio centímetro de margen) y ya están listas para consumir.
Algunos alimentos —normalmente blandos y con un alto contenido en agua— no se pueden aprovechar después de que les haya salido moho. Este es el caso del embutido, la pasta cocida, los cereales cocinados, el queso blando, la crema agria, las mermeladas, el pan y las frutas y verduras blandas.

Si no estás seguro, no corras riesgos. Tira el producto en cuestión a la basura. 

Fuente: The Huffingtonpost: Julie R Thomsom