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domingo, 14 de agosto de 2022

Nutri-Score, un etiquetado que ignora la dieta mediterránea y el medio ambiente

Shutterstock / Hadrian
Francisco Pérez Jiménez, Universidad de Córdoba

Las enfermedades no transmisibles se están incrementado en el mundo. En especial la obesidad, distintos cánceres, las enfermedades cardiacas, los accidentes vasculares cerebrales, la diabetes, la hipertensión arterial, el deterioro cognitivo, la enfermedad de Alzheimer y el hígado graso.

Esta auténtica pandemia depende de la predisposición genética y de factores ambientales, entre los que destaca la alimentación obesogénica. Es decir, rica en calorías, grasas saturadas y azúcares, pobre en fibra y sobre todo en micronutrientes, como minerales, antioxidantes, carotenoides y vitaminas (A, D, K y E). Además, es de bajo coste, por lo que la consumen más los desfavorecidos, lo que hace de la obesidad un proceso mas frecuente entre los mas pobres. Dicho de otro modo, va unida a la desigualdad social y económica.

España es uno de los países afectados por este problema. Y para remediar esta situación, se ha planteado imponer el Nutri-Score, un etiquetado de los alimentos que pretende promover la alimentación saludable. ¿Será realmente una buena medida?

El calentamiento del planeta se relaciona con la dieta obesogénica

Otro aspecto a resaltar es que la dieta obesogénica es fruto de la producción intensiva y no sostenible de alimentos, lo que amenaza la estabilidad climática y la resiliencia del ecosistema. De hecho, se trata de un importante impulsor de la degradación medioambiental y de la transgresión de los limites planetarios, responsable del 22% de la emisión de gases de efecto invernadero.

A partir de la Conferencia de París se está tomando conciencia de que cambiar nuestros hábitos beneficiaría tanto nuestra salud como para la salud del planeta. Con dicho motivo se creó la Comisión EAT-Lancet, con expertos de múltiples áreas del conocimiento, para desarrollar un modelo de dieta saludable a partir de una producción sostenible. En su documento señalan que el mejor modelo de dieta conocido, que cumple los criterios de respeto con el medio ambiente, es, sin duda, la Dieta Mediterránea.

Además, se aportan recomendaciones para que cada población se adapte a una dieta sostenible, que incluyen duplicar el consumo de alimentos saludables, como frutas, verduras, legumbres, nueces y semillas, reduciendo más del 50% el consumo mundial de alimentos menos saludables. El esquema de dicha dieta, llamada Dieta Planetaria, se resume en la siguiente figura.

Rangos de consumo de alimentos (gramos/día), para completar una ingesta diaria de 2500 kcal/día, dentro de un modelo de Dieta Planetaria. Pérez Martínez et al. Clin Invest Arterioscler. 2019, 31:218-221.

El etiquetado Nutri-Score

La etiqueta Nutri-Score se colocará en la parte frontal del envase de los alimentos, en teoría para favorecer la elección de los productos más saludables.

Para que resulte intuitivo, existen solo 5 calificaciones que van desde el verde al rojo, siendo más saludable el A (verde) y mas insano el E (rojo). Estas letras dependen de un algoritmo matemático, elaborado a partir de criterios positivos (proteínas y fibra) o negativos (calorías, azúcares, grasa saturada, sal). Además, la puntuación mejora si el alimento incluye frutas, verduras, legumbres, frutos secos, o aceites de oliva, colza y nuez. Sin embargo hay una pega importante, y es que ignora su calidad nutricional, esto es, su contenido en micronutrientes.

Ejemplo de etiqueta del Nutri-Score, con calificación C. Author provided

Sin ensayos clínicos que confirmen cómo repercutirá usar Nutri-Score

Teóricamente las personas que compren con Nutri-Score deberían tener menos enfermedades. Pero no hay ningún ensayo clínico que lo confirme. De haberse realizado, este tipo de ensayo sería similar a los que garantizan que la vacuna frente a COVID-19 es segura. O a los que se realizaron para valorar la repercusión sobre la salud de la Dieta Mediterránea, en el estudio PREDIMED, y cuyos resultados llevaron al reconocimiento internacional de que dicha dieta es uno de los modelos de alimentación más saludables.

Sin ensayos clínicos, no sabemos si su implantación será beneficiosa o perjudicial. Es más, incluso se baraja el riesgo de que la confianza en el uso de NutriScore acabe aumentando la obesidad y el resto de enfermedades. En definitiva, su implantación es muy atrevida y no carece de riesgos.

Atentando contra el medio ambiente y la Dieta Mediterránea

Para colmo, el nuevo etiquetado no es congruente con el respeto al medio ambiente ni con el respeto a la Dieta Mediterránea.

Una de las críticas más obvias es que el aceite de oliva virgen, imprescindible en la Dieta Mediterránea, es ignorado por el Nutri-Score, que lo equipara a otros tipos de aceites de semillas de menor coste. No acepta que es un jugo de fruta, rico en los micronutrientes, y científicamente demostrado como producto saludable.

Este problema no se resuelve con la oferta del Ministro de Consumo, de excluir el aceite de oliva virgen del Nutri-Score, pues es mantenerse en la ignorancia de su verdadero valor saludable. Además, tendrá que competir en el mercado europeo con aceites más baratos, refinados y ultraprocesados, con pérdida de competitividad económica.

El otro gran error es ignorar los alimentos ultraprocesados, fuente importante de producción de gases de efecto invernadero, que cada vez se consumen más en España, con efectos perjudiciales sobre la salud. En un estudio en niños, se comprobó que la ingesta diaria de ultraprocesados ronda los 446 gramos, 39.9% de las calorías diarias. Un ejemplo estos alimentos es el danonino, que incluye hasta 8 ingredientes, incluido fructosa y azúcar, a pesar de lo cual goza de una clasificación B.

El Nutri-Score no debería ser implantado porque ignora los graves problemas de la alimentación moderna. No permite una dieta sostenible para el planeta ni para la salud humana. Entre otras razones porque no califica negativamente a los ultraprocesados y es demasiado tolerante con los azúcares añadidos, especialmente con la fructosa.

Lo más grave del asunto es que atenta contra el hábito mas saludable de nuestro estilo de vida, la Dieta Mediterránea. Ignora que el aceite de oliva virgen es un jugo rico en micronutrientes y universalmente reconocido como alimento saludable. En un momento en que los jóvenes se están alejando de nuestro estilo de alimentación insignia, la irrupción del Nutri-Score puede arrinconarlo definitivamente.The Conversation

Francisco Pérez Jiménez, Catedrático Emérito de la Universidad de Córdoba. Investigador del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC), CIBEROBN ISCIII., Universidad de Córdoba

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Verdades y mentiras de las dietas antinflamatorias


Shutterstock / Lightspring
Antonio J. Ruiz Alcaraz, Universidad de Murcia; Bruno Ramos Molina, Universidad de Murcia; Diego Ángel Moreno Fernández, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC); Maria Antonia Martinez Sanchez, Universidad de Murcia; María Concepción Martínez-Esparza Alvargonzález, Universidad de Murcia y Maria del Pilar García Peñarrubia, Universidad de Murcia

Si hacemos una búsqueda en Google de los términos “dieta antiinflamatoria” encontramos cerca de 600.000 entradas que anuncian que, siguiéndolas a pies juntillas, enfermaremos menos y nos sentiremos mucho mejor.

Pero, ¿qué hay de verdad en dichas dietas? Vamos a intentar aclarar qué alimentos de la dieta habitual pueden ayudarnos realmente a controlar la inflamación.

¿Qué similitud guardan una sardina y una nuez?

Tanto una sardina como una nuez son alimentos ricos en ácidos grasos poliinsaturados (PUFAs). Es decir, los populares Omega 3 y Omega 6. Se trata de grasas “saludables”, micronutrientes del metabolismo de lípidos a los que se atribuyen, entre otras, propiedades antiinflamatorias.

¿Pero es cierto? Parece ser que sí. Existen numerosos estudios que hacen referencia a cómo el consumo de alimentos ricos en Omega 3 y Omega 6, como el pescado azul y ciertos frutos secos, pueden prevenir o mejorar enfermedades de origen metabólico. Concretamente la diabetes tipo 2, ciertas enfermedades inflamatorias intestinales y algunos tipos de cáncer.

Por otro lado, diversas investigaciones revelan que lo más recomendable para nuestra salud es moderar el consumo de carne, como se hace en la dieta mediterránea. En este caso se aplica la premisa de que “no es el veneno el peligroso, sino la dosis”.

Sobre todo, el consumo de derivados cárnicos ultraprocesados con gran cantidad de grasa –salchichas y embutidos– se ha relacionado un mayor desarrollo de enfermedades inflamatorias. Paralelamente, un gran número de estudios sugiere que sustituir la ingesta de carne por una cantidad equivalente de pescado puede producir una reducción significativa en el riesgo de padecer enfermedades oncológicas relacionadas con la inflamación, como es el caso del cáncer de hígado o el de colon.

La máxima “cinco al día”

Esta conocida frase se refiere a la promoción y recomendación de las autoridades sanitarias y entidades afines de todo el mundo de consumir un mínimo de 5 raciones o porciones de frutas y hortalizas cada día. Sin embargo el mensaje no termina de calar, y el consumo actual diario en el mundo occidental está muy por debajo de esas cantidades.

El fomento del consumo de frutas y hortalizas o verduras es muy importante, sobre todo en el ámbito escolar, para crear las bases de una alimentación saludable en las futuras generaciones.

Las frutas y vegetales no sólo son primordiales en la dieta por su óptimo contenido en macro y micronutrientes. También ayudan a prevenir múltiples enfermedades gracias a su contenido en compuestos bioactivos. Compuestos con un enorme potencial antiinflamatorio y protector del metabolismo, así como de la oxidación a nivel celular.

Los ejemplos de fitoquímicos bioactivos de origen vegetal son múltiples: tenemos el ácido clorogénico (café, alcachofa), los flavonoides como la quercetina, o las procianidinas o taninos de las frutas y las bayas (manzana, uva, granada, etc.). Asimismo, los encontramos en las bebidas o infusiones (té, yerba mate), o en procesados, cómo el licopeno del tomate, entre otros.

Las evidencias hasta la fecha refuerzan el hecho de que la dieta juega un papel importante en la modulación del estado inflamatorio del organismo.

Alimentos y microbiota

La proporción de microorganismos beneficiosos y perjudiciales de la microbiota intestinal está directamente relacionada con los hábitos dietéticos. Así, dependiendo de los alimentos que ingiramos, estos favorecerán el crecimiento de las poblaciones de las bacterias beneficiosas o de las perjudiciales para la salud.

Por ejemplo, una dieta rica en fibra promueve el crecimiento de bacterias beneficiosas que usan dicha fibra como fuente de alimento. Sin embargo, las dietas ricas en grasas saturadas y en productos ultraprocesados reducen la proporción de las poblaciones microbianas beneficiosas y potencian el crecimiento de especies más patogénicas.

Eso conduce a un desequilibrio microbiano conocido como “disbiosis”, que contribuye al desarrollo de procesos inflamatorios crónicos intestinales. Incluso puede ser detonante de ciertas enfermedades metabólicas relacionadas como la obesidad, la diabetes o el hígado graso.

El yogur se vendía en la farmacia

El yogur es un alimento beneficioso para la salud porque aporta microorganismos (probiótico) que modulan nuestra microbiota intestinal. Así es como ayuda a mantener la homeostasis y reduce los procesos inflamatorios. No es de extrañar por tanto que, aunque hoy en día los podamos encontrar en el lineal de refrigerados de cualquier supermercado, inicialmente los yogures se vendieran en las farmacias como remedio para los problemas de estómago e intestino.

No obstante, hay que tener en cuenta que estos productos lácteos pueden dar lugar a problemas digestivos en ciertas poblaciones, como es el caso de los individuos intolerantes a la lactosa. Además de que conviene evitar el consumo de aquellos que presentan un alto contenido en azúcar refinado.

Los cereales, mejor integrales

Debido a su alto contenido en fibra, los cereales integrales son beneficiosos tanto para aliviar el estreñimiento como para mantener una microbiota sana en el tracto gastrointestinal.

En general, las dietas ricas en fibra vegetal se relacionan con una menor incidencia de obesidad y enfermedades metabólicas asociadas como la diabetes y el hígado graso, e incluso una menor prevalencia de varios tipos de cáncer.

El consumo de dietas ricas en fibra también se ha asociado con un potencial efecto antiinflamatorio. Por ejemplo, un estudio realizado en pacientes con enfermedad renal crónica demostró que un aumento en la ingesta de fibra está asociada con una disminución de los niveles de proteína C reactiva (un marcador de inflamación) y un menor riesgo de mortalidad.

En definitiva, una buena dieta antiinflamatoria sería aquella que favorezca la homeostasis de la microbiota comensal del organismo. Eso implica que debe incluir probióticos como el yogur y prebióticos como la fibra. Pero también pescado azul y productos frescos de origen vegetal que proporcionen una serie de compuestos bioactivos con funciones antiinflamatorias, antioxidantes y promotoras de una correcta salud metabólica.

No parece casualidad que coincida con la descripción de la dieta mediterránea equilibrada, a la que sin duda deberíamos seguir teniendo como referente.The Conversation

Antonio J. Ruiz Alcaraz, Profesor de Inmunología de la Universidad de Murcia e investigador del Grupo de Inmunidad Innata del IMIB, Universidad de Murcia; Bruno Ramos Molina, Investigador Principal IMIB y Profesor Colaborador Honorario de Bioquímica, Universidad de Murcia; Diego Ángel Moreno Fernández, Investigador Científico de OPIs en CEBAS-CSIC, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC); Maria Antonia Martinez Sanchez, Estudiante doctorado Depto. de Bioquímica y Biología Molecular B e Inmunología, Universidad de Murcia; María Concepción Martínez-Esparza Alvargonzález, Profesora Titular de Inmunología, Universidad de Murcia y Maria del Pilar García Peñarrubia, Catedrática de Inmunología, Universidad de Murcia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.